9 de junio. Noche calurosa de Sevilla. Un patio. Luces bajas, sillas y mesas dispuestas en un desorden intencionado. Bebidas frías. Corazones calientes y listos para la función...
La Casa Despierta está en el Cerro del Águila, un barrio que está llenándose de arte, tras el primer impulso de la Cía. Salvador Távora, la siguiente de la Sala Fli, ahora espacios como Espacio 13 o la Casa Despierta dan un nuevo impulso....
Y el público respondió. Amigos y familiares etre el público dieron el calor que, para qué engañarnos, buscábamos. Al fin y al cabo, era la primera vez en mucho tiempo que contabamos en Sevilla, y esperábamos el arrope de los incondicionales.
Con el patio lleno, solo faltaba empezar y ya sabemos que una vez empezado, no hay vuelta atrás.
Ni tiempo que perder. Tras ver al público, cerramos la alineación de los cuentos que intuímos pueden ser los oportunos ( esta sesión es así, abierta, presente, fluída, de escucha) y...
Sin prisa pero sin pausa, nos fuimos sintiendo agusto, viviendo el cambio continuo que los cuentos nos permiten expresar. La música de Javi sonaba como nunca, los cuentos encontraron matices nunca encontrados.
Hubo risas, silencios en la noche, alguna lágrima. Complicidad, empatía, mucho cariño y miradas de infantiles en cuerpos adultos.
Perdonadme que me ponga un poco fresa, pero lo gozé tanto, que no puedo contarlo de otra manera...
Tras la función, a veces, viene lo mejor. EL público que te cuenta. Coincidencias poco probables, sentimientos hayados, momentos favoritos, declaraciónes de amor por un cuento en concreto...
Ah, y hablando de cuentos concretos y para cerrar... siempre tengo complejo de que el público escuche este o aquel cuento repetido. Bien, pues en un momento que pregunté por donde seguir la sesión, hubo un par de voces pidiendo sendos cuentos. ¡Como los niños! adultas queriendo volver a escuchar el mismo cuento que un día les tocó el alma...
Lo apunto.
Aprendo.
Veo.
Cuento.
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